El año 2018 tiene para Asturias y todo el pueblo asturiano un significado y un sentido especial. No en vano coinciden en esta fecha tres efemérides de excepcional importancia y de distintas características: los 1.300 años de la proclamación de don Pelayo como rey de los astures y, por lo tanto, el inicio del Reino de Asturias, el centenario de la coronación canónica de la Virgen de Covadonga y la creación, hace un siglo, del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, el primer espacio natural protegido de España.
Y estos tres acontecimientos (históricos, culturales y religiosos) coinciden no solo en el tiempo, sino también en el espacio: Covadonga, zona oriental de Asturias, concejo de Cangas de Onís.
Leyenda, historia o escaramuza real sin trascendencia, no importa, la batalla de Covadon- ga y la «intervención» en ella de la Virgen que lleva su nombre forman parte del imaginario colectivo del pueblo asturiano. La «Santina» es símbolo indiscutible de este, sea creyente o no, pues trasciende el aspecto religioso para convertirse en parte de una cultura y un sentimiento de pertenencia a una colectividad que comparte historia, pasado y presente y que quiere vis- lumbrar, también colectivamente y preservando sus raíces, el futuro.
De aquel levantamiento, ocurrido hace 1.300 años y acaudillado por Pelayo –personaje de incierto origen: para unos, visigodo huido a las montañas asturianas; para otros, un astur o cántabro indomable–, arranca el Reino de Asturias (718-925), estableciendo su primera capital en Cangas de Onís.
Si seguimos las crónicas cristianas, escritas bastante tiempo después de producidos los hechos narrados, es en este punto en el que convergen lo material y lo religioso, lo histórico y lo espiritual: todo pueblo necesita un momento de gloria y de legitimación «divina», que el Reino de Asturias encuentra en esta batalla y en la intervención en ella de la Virgen de Cova- donga para ayudar a los rebeldes astures de don Pelayo.
Para dejar constancia de esta unión histórico-religiosa, el 8 de septiembre de 1918, el rey Alfonso XIII acudió a Covadonga para presenciar como testigo de excepción (junto a la reina Victoria Eugenia) la coronación canónica de la Virgen de Covadonga, una gracia concedida por el papa Benedicto XV.
La naturaleza y el paisaje del lugar contribuyeron en gran medida a ensalzar la leyenda y pasaron por derecho propio a formar parte indisoluble de ella. De tal manera es así que el mismo día, y como colofón al acto oficial de la coronación de la Virgen, los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia inauguran el Parque Nacional de la Montaña de Covadonga (en la actualidad Parque Nacional de Picos de Europa), que había sido declarado como tal oficialmente en la Gaceta el 24 de julio del mismo año.
Covadonga, libro visual, poético, artístico, que nos regala una manera distinta de ver esta población que acoge los tres símbolos emblemáticos de Asturias: el origen de su reino, «la Santina» y el parque Nacional de Picos de Europa (en el momento de su nacimiento conocido como Parque Nacional de la Montaña de Covadonga).
Covadonga, otra mirada es una obra que no recurre a los tópicos (visuales, históricos ni populares), pues la mirada que se posa sobre ella es novedosa. Casi podríamos decir que es al arte lo que la intrahistoria es a la historia: las grandes y majestuosas panorámicas de Covadonga y su entorno son sustituidas en este libro colectivo y familiar por fotografías que nos muestran la naturaleza más pura y, quizás desconocida, del entorno: las hojas caídas del otoño, cascadas de agua o montes semi tapados por la niebla; detalles inigualables de naturaleza pura y aún salvaje, a resguardo de la mano del ser humano, que todo lo muda y cambia.
Junto a esta delicada mirada fotográfica, de la que es responsable José Luis Caso, encontramos no menos delicados haikus, que acompañan a algunas de las imágenes, y un largo y trabajado poema inicial con significativo título: «Hemos visto prodigios a miles». Teresa Caso es la autora del apartado poético, revelándose, para asombro de quienes la conocen y de quienes no, como consumada poeta.
Se inicia el libro con un prólogo de la escritora Ángeles Caso, prólogo en consonancia con el resto del libro, en el que, como ya dijimos, predominan el lirismo y el detalle sutil.